Las declaraciones de Francisco Ros y de Miguel Sebastián no sólo son intelectualmente pobres, sino que toman partido por las empresas de telefonía frente al ciudadano y suponen una bofetada al internauta de a pie, al que toman por tonto. Si las medidas sobre la banda ancha dejan a España en mal lugar en cuanto a calidad y precio, como experimenta a diario cualquier paisano, no es porque se mida mal: es porque la banda ancha española es mala y cara. Si España fue pionera en la materia, peor aún que hayamos llegado a esta situación, porque significa que hemos desaprovechado nuestra ventaja relativa, como demuestran las cifras que nuestros políticos quieren manipular. Cambiar las reglas de medir para que el resultado sea el que uno quiere no sólo es deshonesto y estúpido, sino moralmente repugnante, un truco de tahúr barato típico de la peor política. Porque lo que importa son las realidades y no las apariencias; engañarse a sí mismo haciendo ver que todo está bien (como los hidalgos del Lazarillo que se echaban migas d pan en la pechera cuando no tenían qué comer) nunca soluciona nada. Y al final, como ya ha descubierto algún partido, este tipo de política se acaba pagando en las urnas.
Porque la obligación del ministro de Industria y del secretario general de la Sociedad del Conocimiento no es defender a las empresas que actúan en su ramo frente a la verdad, sino defender los intereses de la ciudadanía y del futuro, frente a las empresas si hace falta. Los directivos de empresas como Telefónica pueden ser muy agradecidos, pero suman muy pocos votos. Los partidos que quieren ser líderes en el futuro deberían ser conscientes de que beneficiar a unos pocos insultando la verdad y a sus electores no lleva más que a la oposición. ¿O es que lo ocurrido al PP en las ultimas elecciones no prueba a dónde lleva la política de las apariencias? Hacerse trampas al solitario es quizá la forma más eximia de la estupidez, especialmente cuando se trata de política. Porque los ciudadanos, señores Ros y Sebastián, no son tontos, y distinguen ente realidad y apariencia. No hagan política de escaparate: cambien la cosa, y la apariencia de la cosa mostrará sus acciones. No pasen a la historia como los tipos que hicieron perder a España el tren del futuro con malabarismos matemáticos y triquiñuelas de párvulos.
Reproducido de Perogrullo