Cisma en la cúpula de la SGAE
La SGAE vivió ayer la Junta Directiva más convulsa de su historia, que acabó con un cisma que atraviesa su cúpula de parte a parte. En realidad la reunión celebrada en el Palacio de Longoria convirtió el bello edificio modernista en un campo de batalla. La herida es profunda. Nunca la entidad había estado de manera tan grave en la picota -siendo motivo de sarcasmo hasta en los programas de humor de Nochevieja- y nunca la gestión del veterano Teddy Bautista había encontrado tantas voces críticas.
POR S. GAVIÑA/ J. G. CALERO / ABC
«Declaración de guerra»
Sus inversiones inmobiliarias y en teatros acabaron ayer volviéndose duramente contra él. En una jornada maratoniana los representantes de los editores (discográficas y editoriales) se presentaron con un manifiesto bajo el brazo para protestar por esa política que consideran errática. Era para muchos su «declaración de guerra».
La reacción inmediata fue tratar de atrasar la lectura del manifiesto a la sesión vespertina, con lo cual durante el resto de la mañana -mientras los ánimos echaban humo-, los autores hicieron lo propio, y también organizaron sus huestes y suscribieron la bandera de su propio manifiesto... contra los editores.
Llegada la tarde, unos y otros se presentaron pertrechados y dispuestos a celebrar el gentil torneo. Armados de sus propios argumentos hasta los dientes, abrieron fuego los editores con la lectura de su manifiesto en el que disparaban toda su artillería contra Arteria, la gran red de teatros, y la política inmobiliaria que el proyecto ha precisado como apoyo. Inmediatamente después pasaron a afear las intenciones de crear este tipo de negocios desde una entidad que no cuenta con algunas de estas actividades entre sus fines, según han puesto de manifiesto también los trabajadores de SGAE.
Este punto mereció la rotunda respuesta negativa de Eduardo Bautista, quien recibiría, poco después, la ayuda de los autores que vinieron a socorrer sus tesis. Porque los editores también volcaron sus estrategias en defensa de las famosa «prescripciones», los fondos recaudados cuyos autores no se identifican y que a los 6 años pasan a engrosar el fondo cultural de la Fundación Autor. Estos fondos, que en 2008 supusieron 180 millones de euros podrían estar siendo utilizados para Arteria, además del 20 % del canon digital, algo que los editores consideran inapropiado, porque querrían otros fines para esos fondos.
Por ello, los autores se les enfrentaron. Ellos también habían aprovechado el tiempo para armar sus afiladas argumentaciones y aferrados a ellas pasaron a leer su propio texto. Afirmaron estar de acuerdo en bloque no sólo con la política y las inversiones que Eduardo Bautista ha diseñado para poner en pie Arteria, sino que también aprueban la política de avales que sustenta la importante inversión. No obstante, aunque el curso de la Junta Directiva fue convulso y extremó las posiciones permitiendo un enfrentamiento bastante acerbo, lo cierto es que durante el último mes ha habido más de una voz disonante también entre los autores.
Para quienes disienten de la red de dos decenas de teatros en varios continentes, esta política de inversión sin límite está poniendo en peligro no sólo la liquidación del dinero de sus socios sino la propia supervivencia de la entidad. Además, el precio en imagen es ya incalculable, tal vez irrecuperable.
Así es el emporio
El gran emporio teatral diseñado por Bautista puede acabar con él. En plena crisis, la SGAE, utilizando empresas como la Fundación Autor o Iberautor, está respaldando la creación de una red de veinte teatros situados en España, Iberoamérica y Estados Unidos, con un coste situado en un inicio en los 300 millones de euros, según palabras del propio Ramiro Osorio, cabeza visible de este ambicioso proyecto. Los últimos en sumarse a esta red han sido el Coliseum y el Lope de Vega, adquiridos por algo más de 80 millones de euros -para los que la SGAE traspasó la cantidad de 30 millones de euros a la Fundación Autor-, que incluyen además 40 apartamentos y locales comerciales de los que la entidad de gestión se convertirá en arrendatario.
De esta manera, se difuminan los objetivos sin ánimo de lucro de una institución centenaria que nació con vocación de defender los derechos de los autores. Esta última transacción no ha sido vista con muy buenos ojos por parte de los socios, y tampoco por los empresarios teatrales que incluso se han planteado el boicot a la entidad. Al mismo tiempo se ha convertido en socio mayoritario de la empresa Wonderland Group, que se encargará de la gestión artística de todos los teatros. Paralelamente, la SGAE ha visto como la rehabilitación del Palacio del Infante Don Luis, en la que tenía previsto invertir otros 30 millones de euros, ha sido paralizada.
INFORMACIÓN RELACIONADA:
- POR EL ENTRAMADO SOCIETARIO. Denunciamos a la Sgae ante la Fiscalía contra la Corrupción y la Criminalidad Organizada.
- REITERAN A LA FISCALÍA CONTRA LA CORRUPCIÓN. Para que inicie diligencias sobre una posible actividad económica de carácter delictivo de la Sgae.
«Declaración de guerra»
Sus inversiones inmobiliarias y en teatros acabaron ayer volviéndose duramente contra él. En una jornada maratoniana los representantes de los editores (discográficas y editoriales) se presentaron con un manifiesto bajo el brazo para protestar por esa política que consideran errática. Era para muchos su «declaración de guerra».
La reacción inmediata fue tratar de atrasar la lectura del manifiesto a la sesión vespertina, con lo cual durante el resto de la mañana -mientras los ánimos echaban humo-, los autores hicieron lo propio, y también organizaron sus huestes y suscribieron la bandera de su propio manifiesto... contra los editores.
Llegada la tarde, unos y otros se presentaron pertrechados y dispuestos a celebrar el gentil torneo. Armados de sus propios argumentos hasta los dientes, abrieron fuego los editores con la lectura de su manifiesto en el que disparaban toda su artillería contra Arteria, la gran red de teatros, y la política inmobiliaria que el proyecto ha precisado como apoyo. Inmediatamente después pasaron a afear las intenciones de crear este tipo de negocios desde una entidad que no cuenta con algunas de estas actividades entre sus fines, según han puesto de manifiesto también los trabajadores de SGAE.
Este punto mereció la rotunda respuesta negativa de Eduardo Bautista, quien recibiría, poco después, la ayuda de los autores que vinieron a socorrer sus tesis. Porque los editores también volcaron sus estrategias en defensa de las famosa «prescripciones», los fondos recaudados cuyos autores no se identifican y que a los 6 años pasan a engrosar el fondo cultural de la Fundación Autor. Estos fondos, que en 2008 supusieron 180 millones de euros podrían estar siendo utilizados para Arteria, además del 20 % del canon digital, algo que los editores consideran inapropiado, porque querrían otros fines para esos fondos.
Por ello, los autores se les enfrentaron. Ellos también habían aprovechado el tiempo para armar sus afiladas argumentaciones y aferrados a ellas pasaron a leer su propio texto. Afirmaron estar de acuerdo en bloque no sólo con la política y las inversiones que Eduardo Bautista ha diseñado para poner en pie Arteria, sino que también aprueban la política de avales que sustenta la importante inversión. No obstante, aunque el curso de la Junta Directiva fue convulso y extremó las posiciones permitiendo un enfrentamiento bastante acerbo, lo cierto es que durante el último mes ha habido más de una voz disonante también entre los autores.
Para quienes disienten de la red de dos decenas de teatros en varios continentes, esta política de inversión sin límite está poniendo en peligro no sólo la liquidación del dinero de sus socios sino la propia supervivencia de la entidad. Además, el precio en imagen es ya incalculable, tal vez irrecuperable.
Así es el emporio
El gran emporio teatral diseñado por Bautista puede acabar con él. En plena crisis, la SGAE, utilizando empresas como la Fundación Autor o Iberautor, está respaldando la creación de una red de veinte teatros situados en España, Iberoamérica y Estados Unidos, con un coste situado en un inicio en los 300 millones de euros, según palabras del propio Ramiro Osorio, cabeza visible de este ambicioso proyecto. Los últimos en sumarse a esta red han sido el Coliseum y el Lope de Vega, adquiridos por algo más de 80 millones de euros -para los que la SGAE traspasó la cantidad de 30 millones de euros a la Fundación Autor-, que incluyen además 40 apartamentos y locales comerciales de los que la entidad de gestión se convertirá en arrendatario.
De esta manera, se difuminan los objetivos sin ánimo de lucro de una institución centenaria que nació con vocación de defender los derechos de los autores. Esta última transacción no ha sido vista con muy buenos ojos por parte de los socios, y tampoco por los empresarios teatrales que incluso se han planteado el boicot a la entidad. Al mismo tiempo se ha convertido en socio mayoritario de la empresa Wonderland Group, que se encargará de la gestión artística de todos los teatros. Paralelamente, la SGAE ha visto como la rehabilitación del Palacio del Infante Don Luis, en la que tenía previsto invertir otros 30 millones de euros, ha sido paralizada.
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