SGAE: 10 edificios para pasarlo pirata
SGAE: 10 edificios para pasarlo pirata
La sociedad de gestión de derechos, con ingresos de 300 millones de los que dice repartir el 80% a sus socios, se hace con diez sedes en tres años
Resumen en Libertad Digital que
El Economista se sorprende de El esplendor inmobiliario de la SGAE, como titula su editorial, en el que se hace eco de una noticia propia. Explica: Como publica ElEconomista, esta sociedad sin ánimo de lucro tendría comprometidos unos 320 millones de euros en la construcción y remodelación de edificios históricos para su uso propio. Algunos de ellos en régimen de cesión, en usufructo, y otros en propiedad. ¿Cómo se ha financiado? Es una incógnita. Ya en la información cuenta que La sociedad de gestión de derechos, con unos ingresos de 300 millones de los que dice repartir el 80 por ciento a sus socios, se hace con diez sedes en tres años. Pero no hay problema. Las cuentas seguro que están claras. Si incluso se las entregan al Ministerio de Cultura para que las fiscalicen
Por su interés informativo reproducimos la doble página publicada hoy por El Economista.
Ana Tudela El Economista MADRID. ¿Qué pensarían hoy Carlos Arniches y los hermanos Álvarez Quintero si pudieran ver en qué se ha convertido la SGAE? Ellos crearon el germen de la sociedad de autores en 1899 para soltarse el corsé con el que los propietarios de teatros y los intermediarios asfixiaban a los dramaturgos. Y ahora, La señorita de Trévelez o Mariquilla Terremoto podrían irse de gira de Valencia a Buenos Aires pasando por una docena de recién remodelados espacios escénicos sin dejar de pisar territorio SGAE. Y todo lo ha conseguido la sociedad con unos ingresos anuales de 318 millones de euros de los que dice repartir a sus 60.000 socios cerca del 80 por ciento. El resto, unos 16 millones en 2005, van a Fundación Autor.
Y con estos recursos y en cuestión de tres años (2004-2007) -los presuntamente peores para los autores por la piratería y la proliferación de sistemas para compartir archivos en Internet (eMule, Kazaa...)- esta sociedad sin ánimo de lucro, que vela en monopolio y por ley por la protección de los derechos de sus socios (cuyos nombres y la fórmula de reparto de ingresos constituyen uno de los secretos mejor guardados), se ha hecho con un impresionante patrimonio.
Sumen: el Teatro Campos Elíseos de Bilbao, el Teatro Fleta de Zaragoza, el futuro edificio de 31.600 metros cuadrados en La Cartuja de Sevilla del que se colocó la primera piedra hace quince días, el nuevo edificio de 3.000 metros cuadrados a punto de finalizarse situado en la Finca de Vista Alegre de Santiago de Compostela (a escasos diez minutos de la Catedral), el antiguo Paral.lel de Barcelona, el Cine California de Madrid, el edificio del siglo XVII de la Plaza del Autor en Valencia y el Palacio del Infante Don Luis (en la fotografía superior) de Boadilla del Monte.
El Palacio de Longoria, esa tarta modernista que permite a los madrileños alimentar la falsa ilusión de que tienen en sus calles un Gaudí, enrojecería de celos si pudiera por haber dejado de repente después de 50 años de ser el más preciado edificio de la SGAE. Longoria no puede recordar los escasos 500 millones de las antiguas pesetas que se invirtieron en su rehabilitación a principios de los noventa o el precio que debió pagar en 1950 el compositor Jacinto Guerrero cuando lo compró para convertirlo en sede. Mejor. Así no compara con las cifras que maneja hoy SGAE para su imperio de edificios.
El valor actual de las construcciones nadie se atreve a estimarlo pero, entre históricas en rehabilitación y de nueva planta, la sociedad tiene comprometidos en obras unos 120 millones de euros, según ha podido saber elEconomista por fuentes cercanas al proceso.
En breve se pueden sumar otros entre 160 y 200 millones si prosperan las conversaciones que SGAE mantiene con el Ayuntamiento de Zaragoza para levantar un gran espacio escénico escalable que podría albergar a 16.000 espectadores, añadieron las citadas fuentes.
Todos los edificios citados son fruto de un plan diseñado en 2003 y conocido como Plan de Sedes Integrales. Y el brazo a través del que SGAE está amasando esta fortuna en ladrillos es su trasunto fundacional, la Fundación Autor, a la que SGAE transfirió en 2005 un total de 16 millones.
La ambición del proyecto no conoce fronteras. La SGAE ha saltado el charco y está dando forma a una sede en Buenos Aires, dos en México y un centro cultural en Río.
La decisión de hacerse con tamaña riqueza inmobiliaria en un periodo tan corto de tiempo ha hecho coincidir la práctica totalidad de las obras que, cuando se diseñó el proyecto en 2003, se pensaba que estarían finalizadas para 2006. No ha podido ser así. El ritmo, en cualquier caso, no es malo. Desde que se inició en febrero de 2006 la construcción de la sede noroeste en Santiago de Compostela, que estará lista este mismo verano, se han ido sumando uno tras otro proyectos sin parar. Para cuando se termine a finales de 2009 el de Sevilla, la SGAE debería haber derrumbado y vuelto a levantar el Fleta de Zaragoza, haber abierto ya rehabilitado el Cine California de Madrid, la sede de Buenos Aires y el propio Campos Eliseos. Faltará el Palacio de Boadilla, que está previsto finalizarlo en junio de 2010.
¿Quién cree que está detrás de las obras, un ejército de arquitectos? No. Básicamente dos y ninguno de ellos ajeno a la casa. Santiago Fajardo es nada menos que el arquitecto que se encargó de rehabilitar el Palacio de Longoria en 1992. Bajo su responsabilidad recaen ahora Campos Elíseos, el Cine California, la sede de Valencia, el auditorio de Sevilla, la de Buenos Aires y las futuras obras de Boadilla.
El otro arquitecto es Antón García-Abril, cuyo nombre no coincide por casualidad con el compositor galardonado por la SGAE cuya obra ha sido recopilada recientemente por la sociedad. Son padre e hijo. García-Abril ha levantado la sede de Santiago de Compostela podría decirse que dos veces. Puestos a no escatimar recursos, la SGAE eligió para este edificio de nueva planta una fachada de más de mil toneladas de granito elevada con enormes piedras, como si fuese una construcción megalítica. No hay material que una entre sí las piedras que parecen caídas una sobre otra por casualidad. Y como nada aseguraba que resistiese se levantó primero en la cantera y luego se realizaron 100 trayectos de camión para transportar las piedras a su ubicación actual y volver a levantarla.
La SGAE cuenta con edificios en propiedad pero las grandes construcciones como el Palacio de Boadilla y el Campos Elíseos de Bilbao las tiene o está a punto de tener en régimen de cesión. ¿Por cuánto tiempo? En el caso del Palacio del Infante Don Luis nada menos que por 75 años, una vez se superen los flecos de las negociaciones que SGAE mantiene con el Ayuntamiento de Boadilla. Un plazo que le dará deber y derecho a rehabilitar y convertir la descomunal construcción en sede la Fundación Autor. También es en cesión el Campos Elíseos, por más de 30 años y los solares sobre los que está construyendo el auditorio de Sevilla (30 años) y la sede de Santiago (60 años).
El perfecto socio público
La filosofía de rehabilitar edificios históricos abocados a morir de abandono es lo que parece haber convertido a la SGAE en el mejor socio de las administraciones públicas (¿o es al revés?). El caso es que los ayuntamientos ceden sin casi oponer resistencia sus desmoronadas riquezas y se encargan del papeleo. ¿Sólo?
El Ayuntamiento de Bilbao o el de Zaragoza han aportado cuantiosas sumas de dinero público a los proyectos de SGAE que caen en su suelo. Casi 16 millones de las arcas municipales en el caso de Bilbao que vendrán a sumarse a otros tantos que aportará SGAE. Todo para salvar un teatro del que, el operario que entró a comprobar su estado, sólo pudo decir como diagnóstico: "Alcalde, el Campos no se ha caído". Una cantidad similar aporta el ayuntamiento de Zaragoza para salvar el Fleta.
Siempre hay un motivo para que la SGAE salga adjudicataria. En el Paral.lel de Barcelona el motivo fue evitar que se convirtiese en, más que una casa, una mansión de alterne. Y algo similar ocurre en Boadilla, con el Palacio luciendo aún los ojales de la batalla de Brunete, cómo no abrirle las puertas a quien está dispuesto a rehabilitarlo.
Pero ¿y cuando son edificios de nueva planta? ¿Qué motiva la cesión? La SGAE no duda en pedir todas las ayudas y subvenciones posibles para sus edificios, lo que suma aporte de las arcas públicas al patrimonio de la sociedad.
Si prospera el macroproyecto de Zaragoza la aportación pública puede dispararse ya que, según las citadas fuentes, el Ayuntamiento aragonés ve con buenos ojos tomar una participación en el proyecto. "SGAE es un buen socio", comentan en la casa. Debe serlo y debe funcionar bien su idea de la gestión compartida de espacios escénicos, porque nadie se le resiste.
Un sueño de muchos años que dejó sus víctimas por el camino
Los sueños inmobiliarios de la SGAE ni son recientes ni siempre han salido bien. Aún queda en el Folleto de Oferta Pública de acciones de Riofisa del pasado año el recuerdo del fallido intento de la sociedad de autores por hacerse con la estación de Príncipe Pío y convertirla en uno de esos espacios dinamizadores de la cultura a los que siempre hacer referencia el presidente de la SGAE, Teddy Bautista.
La sociedad creó junto con Antonio Banderas una firma llamada Teatro Príncipe Pío y se alió con Renfe y Riofisa para rehabilitar el edificio cabecera de la estación. Riofisa rompió la alianza y la SGAE la llevó a juicio reclamando daños por 20 millones de euros. El juicio lo perdió SGAE porque Riofisa demostró que nunca se había solicitado la licencia de obras.
Tampoco es nuevo el proyecto de macrocentro que intentan crear en Zaragoza. No es la primera vez que se plantea algo similar. El antecedente se ideó para la Ciudad de la Imagen en Madrid. La idea original era crear un espacio escénico de gran capacidad: 16.000 espectadores.
El de Boadilla tampoco es el primer palacio que se quiso adquirir como sede de la Fundación Autor. Tiene un antecedente remoto en el Monasterio de Sopetrán en Guadalajara. Se estudio también el Palacio de Nuevo Baztán pero sus malas comunicaciones llevaron a desechar el proyecto.
Los retos de hoy se llaman: fachada del Campos Elíseos, que para los restauradores está fatídicamente construido con arena de playa y negociación con Patrimonio del Ayuntamiento de Boadilla para lograr por fin la cesión por 75 años del palacio.
Otros proyectos han sido desechados por SGAE, como es el caso de la propuesta que recibieron para un edificio en Melilla, que no les sedujo.
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Por su interés informativo reproducimos la doble página publicada hoy por El Economista.
Ana Tudela El Economista MADRID. ¿Qué pensarían hoy Carlos Arniches y los hermanos Álvarez Quintero si pudieran ver en qué se ha convertido la SGAE? Ellos crearon el germen de la sociedad de autores en 1899 para soltarse el corsé con el que los propietarios de teatros y los intermediarios asfixiaban a los dramaturgos. Y ahora, La señorita de Trévelez o Mariquilla Terremoto podrían irse de gira de Valencia a Buenos Aires pasando por una docena de recién remodelados espacios escénicos sin dejar de pisar territorio SGAE. Y todo lo ha conseguido la sociedad con unos ingresos anuales de 318 millones de euros de los que dice repartir a sus 60.000 socios cerca del 80 por ciento. El resto, unos 16 millones en 2005, van a Fundación Autor.
Y con estos recursos y en cuestión de tres años (2004-2007) -los presuntamente peores para los autores por la piratería y la proliferación de sistemas para compartir archivos en Internet (eMule, Kazaa...)- esta sociedad sin ánimo de lucro, que vela en monopolio y por ley por la protección de los derechos de sus socios (cuyos nombres y la fórmula de reparto de ingresos constituyen uno de los secretos mejor guardados), se ha hecho con un impresionante patrimonio.
Sumen: el Teatro Campos Elíseos de Bilbao, el Teatro Fleta de Zaragoza, el futuro edificio de 31.600 metros cuadrados en La Cartuja de Sevilla del que se colocó la primera piedra hace quince días, el nuevo edificio de 3.000 metros cuadrados a punto de finalizarse situado en la Finca de Vista Alegre de Santiago de Compostela (a escasos diez minutos de la Catedral), el antiguo Paral.lel de Barcelona, el Cine California de Madrid, el edificio del siglo XVII de la Plaza del Autor en Valencia y el Palacio del Infante Don Luis (en la fotografía superior) de Boadilla del Monte.
El Palacio de Longoria, esa tarta modernista que permite a los madrileños alimentar la falsa ilusión de que tienen en sus calles un Gaudí, enrojecería de celos si pudiera por haber dejado de repente después de 50 años de ser el más preciado edificio de la SGAE. Longoria no puede recordar los escasos 500 millones de las antiguas pesetas que se invirtieron en su rehabilitación a principios de los noventa o el precio que debió pagar en 1950 el compositor Jacinto Guerrero cuando lo compró para convertirlo en sede. Mejor. Así no compara con las cifras que maneja hoy SGAE para su imperio de edificios.
El valor actual de las construcciones nadie se atreve a estimarlo pero, entre históricas en rehabilitación y de nueva planta, la sociedad tiene comprometidos en obras unos 120 millones de euros, según ha podido saber elEconomista por fuentes cercanas al proceso.
En breve se pueden sumar otros entre 160 y 200 millones si prosperan las conversaciones que SGAE mantiene con el Ayuntamiento de Zaragoza para levantar un gran espacio escénico escalable que podría albergar a 16.000 espectadores, añadieron las citadas fuentes.
Todos los edificios citados son fruto de un plan diseñado en 2003 y conocido como Plan de Sedes Integrales. Y el brazo a través del que SGAE está amasando esta fortuna en ladrillos es su trasunto fundacional, la Fundación Autor, a la que SGAE transfirió en 2005 un total de 16 millones.
La ambición del proyecto no conoce fronteras. La SGAE ha saltado el charco y está dando forma a una sede en Buenos Aires, dos en México y un centro cultural en Río.
La decisión de hacerse con tamaña riqueza inmobiliaria en un periodo tan corto de tiempo ha hecho coincidir la práctica totalidad de las obras que, cuando se diseñó el proyecto en 2003, se pensaba que estarían finalizadas para 2006. No ha podido ser así. El ritmo, en cualquier caso, no es malo. Desde que se inició en febrero de 2006 la construcción de la sede noroeste en Santiago de Compostela, que estará lista este mismo verano, se han ido sumando uno tras otro proyectos sin parar. Para cuando se termine a finales de 2009 el de Sevilla, la SGAE debería haber derrumbado y vuelto a levantar el Fleta de Zaragoza, haber abierto ya rehabilitado el Cine California de Madrid, la sede de Buenos Aires y el propio Campos Eliseos. Faltará el Palacio de Boadilla, que está previsto finalizarlo en junio de 2010.
¿Quién cree que está detrás de las obras, un ejército de arquitectos? No. Básicamente dos y ninguno de ellos ajeno a la casa. Santiago Fajardo es nada menos que el arquitecto que se encargó de rehabilitar el Palacio de Longoria en 1992. Bajo su responsabilidad recaen ahora Campos Elíseos, el Cine California, la sede de Valencia, el auditorio de Sevilla, la de Buenos Aires y las futuras obras de Boadilla.
El otro arquitecto es Antón García-Abril, cuyo nombre no coincide por casualidad con el compositor galardonado por la SGAE cuya obra ha sido recopilada recientemente por la sociedad. Son padre e hijo. García-Abril ha levantado la sede de Santiago de Compostela podría decirse que dos veces. Puestos a no escatimar recursos, la SGAE eligió para este edificio de nueva planta una fachada de más de mil toneladas de granito elevada con enormes piedras, como si fuese una construcción megalítica. No hay material que una entre sí las piedras que parecen caídas una sobre otra por casualidad. Y como nada aseguraba que resistiese se levantó primero en la cantera y luego se realizaron 100 trayectos de camión para transportar las piedras a su ubicación actual y volver a levantarla.
La SGAE cuenta con edificios en propiedad pero las grandes construcciones como el Palacio de Boadilla y el Campos Elíseos de Bilbao las tiene o está a punto de tener en régimen de cesión. ¿Por cuánto tiempo? En el caso del Palacio del Infante Don Luis nada menos que por 75 años, una vez se superen los flecos de las negociaciones que SGAE mantiene con el Ayuntamiento de Boadilla. Un plazo que le dará deber y derecho a rehabilitar y convertir la descomunal construcción en sede la Fundación Autor. También es en cesión el Campos Elíseos, por más de 30 años y los solares sobre los que está construyendo el auditorio de Sevilla (30 años) y la sede de Santiago (60 años).
El perfecto socio público
La filosofía de rehabilitar edificios históricos abocados a morir de abandono es lo que parece haber convertido a la SGAE en el mejor socio de las administraciones públicas (¿o es al revés?). El caso es que los ayuntamientos ceden sin casi oponer resistencia sus desmoronadas riquezas y se encargan del papeleo. ¿Sólo?
El Ayuntamiento de Bilbao o el de Zaragoza han aportado cuantiosas sumas de dinero público a los proyectos de SGAE que caen en su suelo. Casi 16 millones de las arcas municipales en el caso de Bilbao que vendrán a sumarse a otros tantos que aportará SGAE. Todo para salvar un teatro del que, el operario que entró a comprobar su estado, sólo pudo decir como diagnóstico: "Alcalde, el Campos no se ha caído". Una cantidad similar aporta el ayuntamiento de Zaragoza para salvar el Fleta.
Siempre hay un motivo para que la SGAE salga adjudicataria. En el Paral.lel de Barcelona el motivo fue evitar que se convirtiese en, más que una casa, una mansión de alterne. Y algo similar ocurre en Boadilla, con el Palacio luciendo aún los ojales de la batalla de Brunete, cómo no abrirle las puertas a quien está dispuesto a rehabilitarlo.
Pero ¿y cuando son edificios de nueva planta? ¿Qué motiva la cesión? La SGAE no duda en pedir todas las ayudas y subvenciones posibles para sus edificios, lo que suma aporte de las arcas públicas al patrimonio de la sociedad.
Si prospera el macroproyecto de Zaragoza la aportación pública puede dispararse ya que, según las citadas fuentes, el Ayuntamiento aragonés ve con buenos ojos tomar una participación en el proyecto. "SGAE es un buen socio", comentan en la casa. Debe serlo y debe funcionar bien su idea de la gestión compartida de espacios escénicos, porque nadie se le resiste.
Un sueño de muchos años que dejó sus víctimas por el camino
Los sueños inmobiliarios de la SGAE ni son recientes ni siempre han salido bien. Aún queda en el Folleto de Oferta Pública de acciones de Riofisa del pasado año el recuerdo del fallido intento de la sociedad de autores por hacerse con la estación de Príncipe Pío y convertirla en uno de esos espacios dinamizadores de la cultura a los que siempre hacer referencia el presidente de la SGAE, Teddy Bautista.
La sociedad creó junto con Antonio Banderas una firma llamada Teatro Príncipe Pío y se alió con Renfe y Riofisa para rehabilitar el edificio cabecera de la estación. Riofisa rompió la alianza y la SGAE la llevó a juicio reclamando daños por 20 millones de euros. El juicio lo perdió SGAE porque Riofisa demostró que nunca se había solicitado la licencia de obras.
Tampoco es nuevo el proyecto de macrocentro que intentan crear en Zaragoza. No es la primera vez que se plantea algo similar. El antecedente se ideó para la Ciudad de la Imagen en Madrid. La idea original era crear un espacio escénico de gran capacidad: 16.000 espectadores.
El de Boadilla tampoco es el primer palacio que se quiso adquirir como sede de la Fundación Autor. Tiene un antecedente remoto en el Monasterio de Sopetrán en Guadalajara. Se estudio también el Palacio de Nuevo Baztán pero sus malas comunicaciones llevaron a desechar el proyecto.
Los retos de hoy se llaman: fachada del Campos Elíseos, que para los restauradores está fatídicamente construido con arena de playa y negociación con Patrimonio del Ayuntamiento de Boadilla para lograr por fin la cesión por 75 años del palacio.
Otros proyectos han sido desechados por SGAE, como es el caso de la propuesta que recibieron para un edificio en Melilla, que no les sedujo.
YA HAY 1.330.000 FIRMAS CONTRA EL CANON.
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