He leído con atención casi todo lo publicado estos días acerca de la mal llamada tasa Google, ese añadido de última hora al anteproyecto de reforma de la LPI, y mi indignación ha ido, de forma paralela y causal, en aumento. Y no por lo que puede tener de batalla legal entre gigantes, allá los editores españoles si quieren hacer el ridículo como ya lo hicieron sus colegas belgas, alemanes o franceses. Que los de aquí también tienen derecho, oiga.
Mi indignación tiene que ver con que, en realidad, tras eso de la tasa Google lo que se esconde es un atentado en toda regla contra los fundamentos de Internet y de la propia comunicación (enlace, cita ), pero también contra un derecho individual básico: el de que cada cual pueda ofrecer su obra bajo las condiciones que considere oportunas. Todos tendremos que cobrar aunque no quieras, aunque ofrezcas tu obra con licencia libre, y cobrarlo a través de una entidad de gestión, llámese Cedro o Aede pertenezcas a ella o no, que luego repartirá sus ganancias entre sus socios estés tú entre ellos o no según el criterio que les parezca.
Sí, porque aunque aún no se ha hecho público de forma oficial el texto íntegro de este nuevo esperpento de ley, sí parece claro (.docx) que cobrarle a los agregadores (Google News, Yahoo News, Menéame, Twitter ) por reproducir tus titulares y fragmentos poco significativos de tus textos será un derecho irrenunciable que afectará no sólo a los grandes medios, sino a todos los que publicamos en la Red de forma más o menos regular. Un blog, por ejemplo:
¿Y qué ocurrirá con los medios y blogs que no pertenezcan a AEDE o CEDRO o que publiquen con licencias copyleft? Al ser un derecho irrenunciable, a pesar de no ser miembro de AEDE o incluso tener una licencia de uso copyleft en un blog, que de antemano permita la difusión y comunicación completa de las obras periodísticas, las entidades de gestión, en este caso CEDRO, tienen capacidad para recaudar en su nombre.
¿Derecho irrenunciable? ¿Desde cuándo un derecho puede ir en contra de la persona a la que se supone que beneficia? ¿Desde cuándo se le puede imponer a alguien un derecho? ¿Qué diferencia, pues, al derecho de la obligación? ¿Y del castigo? Impresionante.
No soy jurista, no tengo muy claro los aspectos legales ni la verdadera dimensión de este derecho irrenunciable, pero tenga la trascendencia que tenga, advierto desde ya que yo sí renuncio. Renuncio a que alguien me pague por robar difundir mis textos a través de enlaces, citas o titulares. Renuncio a que alguna entidad escogida a dedo y con la que no guardo ninguna relación pueda recaudar dinero en mi nombre. Renuncio a que esa entidad se reparta ese botín a mis espaldas. Renuncio, en definitiva, a formar parte de esta estúpida componenda.
Tú también puedes. O, al menos, lo puedes intentar.
Manuel M. Almeida en Mangas Verdes