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Opinión de Juan Varela en Estrella Digital

El legado Sinde: una brecha entre ciudadanos y cultura


Ángeles González-Sinde deja la política. Su paso por ella fue sólo para ser ministra y bautizar con su apellido la polémica ley antidescargas. Su marcha coincide con la investigación por las irregularidades en la SGAE de Teddy Bautista, la llegada de Amazon a España y el anuncio de Netflix de desarrollar su negocio de streaming audiovisual en internet de bajo precio. Pero también con la movilización permanente de muchos ciudadanos indignados en las redes sociales, un movimiento que creció y tomó conciencia de su poder con la larga lucha contra la ley Sinde.




Juan Varela en Estrella Digital...- La huella de González-Sinde será tan efímera como la de la Ley de Economía Sostenible, devorada por la polémica de las descargas. Su mayor legado es ahondar la brecha entre muchos consumidores y una gran parte de la industria cultural y del entretenimiento. La cultura, una denominación hoy aplicada con excesiva generosidad, está cada vez más lejos de los ciudadanos.

El peor pecado de González-Sinde ha sido sentarse al mando de la cultura oficial para defender más a una industria reacia a los cambios tecnológicos y de mercado que a los ciudadanos y a la cultura de todos. La discusión de la ley Sinde no ha servido para avanzar en la reforma de la obsoleta Ley de Propiedad Intelectual en la era digital. Tampoco para hacer una revisión profunda de la modernización de los derechos de autor y las oportunidades de la economía digital como la que ha emprendido el gobierno británico con el Informe Hargreaves, y antes Alemania, Holanda o Noruega.

No se atrevió a hacer la reforma de las sociedades de gestión que reclama Europa y la Comisión Nacional de la Competencia. Y se ha escurrido para ocultar su responsabilidad en la falta de vigilancia de las actividades irregulares de la SGAE.

La ministra ha sido sorda a las demandas de la Comisión Europea de un mercado único de contenidos, más licencias para los nuevos medios e industrias digitales y la simplificación de la gestión, como piden desde las empresas de internet y hasta las televisiones europeas. Las oportunidades para los nuevos negocios siguen esperando. Ni Industria ni Cultura han tenido la voluntad política de impulsar la nueva economía de contenidos digitales.

González-Sinde ha defendido con tozudez una visión de la cultura que limita la creación y la participación y disfrute de los ciudadanos, favorece a los oligopolios de la industria y la gestión de los derechos de autor y no resuelve los desafíos del negocio de los contenidos. Ha olvidado permanentemente la cultura de todos, la cultura popular y democrática, y el derecho de acceso de los ciudadanos a las obras y a la creación. Sobre todo a la que ayudan con sus impuestos.

Pero la realidad se impone. España sigue siendo uno de los mercados digitales menos desarrollados y donde más difícil es gestionar los derechos de autor. Las nuevas industrias y medios digitales locales han sufrido el olvido de la ministra que cuando se va ve llegar a las grandes empresas norteamericanas para dominar de nuevo un mercado donde se ha ignorado con estulticia a los innovadores. Gracias, ministra.

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