Inés Abril Cinco Días.com .- Pero John Cioffi no cejó. Según cuenta él mismo en un artículo, siguió estudiando los mecanismos para convertir el par de cobre, esa línea barata para hablar por teléfono que llega a casi todos los hogares de los países desarrollados, en la vía para introducir la banda ancha de forma masiva y económicas
Y está claro que Cioffi triunfó. Primero desde la Universidad de Stanford y luego desde su empresa privada, se convirtió en uno de los padres del ADSL. Más de 30 años después de su comentario ya nadie lo considera un inocente, sino un visionario. El ADSL y las tecnologías DSL en general -dedicadas a transmitir información digital sobre un par de cobre- se han convertido en la opción mayoritaria de conexión a banda ancha.
Cioffi volvió a la universidad tras vender su compañía por una suma millonaria y sin ninguna intención de bajar el ritmo. Ahora, cuando se alzan voces que anticipan la muerte del par de cobre y el nuevo reinado de la fibra óptica, trabaja en la tecnología DSM (Dynamic Spectrum Management), una evolución del DSL capaz de transmitir datos a un giga, el equivalente a 1.000 megas.
Eso implica competir con la fibra cara a cara, con las mismas prestaciones y una ventaja esencial: el precio. Frente al coste de crear nuevas redes que deben llegar hasta cientos de millones de hogares, Cioffi y otros proponen usar lo que ya está. Y eso, en un entorno de crisis, donde las operadoras no tienen claro el modelo de negocio que puede rentabilizar las inversiones multimillonarias en nuevas redes y con los clientes vigilando al milímetro el gasto, resulta muy tentador.
No se trata de un debate teórico. Cada día, las operadoras valoran una u otra opción. Telefónica pareció decantarse por la fibra, pero tras dos años de tira y afloja, su plan de extensión de la nueva red de banda ultraancha está en el congelador, con el argumento de que no existe demanda para ella.
En cambio, la española ha acelerado el despliegue del VDSL2, que no es otra cosa que una evolución del ADSL capaz de llevar la banda ancha más allá, en otra demostración del potencial de la línea de cobre.
Mientras que el ADSL permite velocidades medias de hasta ocho megas, el ADSL2+ llega a 14 y el VDSL2, de 25 a 30 megas. Todo depende de la cercanía del cliente a la central, la longitud del par de cobre, porque si es muy corto estas velocidades pueden incrementarse hasta 50 megas en el caso del VDSL2.
Telefónica ya ha lanzado ofertas de 25 megas con esta tecnología. Jazztel también ha apostado por ella, en su caso con una propuesta de 30 megas.
Pero el VDSL2 no es ni mucho menos el final del camino. Uno de los problemas de esta evolución es que el cliente tiene que estar relativamente cerca de la central, dentro de un perímetro de un kilómetro, para conseguir buenas prestaciones. A partir de ahí, la señal se degrada mucho más que con el ADSL2+, que llega con calidad a más de kilómetro y medio.
Una forma de remediarlo es usar otra adaptación, el bonding, que consiste en juntar dos pares de cobre. Con eso se consigue o duplicar la velocidad o hacer lo mismo con la distancia. Es decir, en teoría una persona que viva a un kilómetro de la central podría obtener 60 megas con VDSL2, mientras que los 30 megas podrían llegar a bucles que midan dos kilómetros. El bonding sirve para cualquier tecnología DSL, lo que lo convierte en una tecnología clave para llegar con ADSL, que se degrada menos que el VDSL2, a largas distancias. Así podrían cubrirse zonas rurales o casas aisladas.
Con esta adaptación, el VDSL2 podría dar incluso más de 100 megas a quien viviera muy cerca de la central. Y eso es posible hoy. En Estados Unidos está tecnología está muy avanzada y en España alguna compañía, como Jazztel, está valorando la conveniencia de introducirla. Pero tampoco es el último paso.
Alcatel ya ha anunciado que está probando nuevas adaptaciones que permiten dar 300 megas. Y Cioffi trabaja en la evolución del VDSL2, el DSM, capaz de eliminar las interferencias y usar más bandas de frecuencias y más altas, lo que llevaría al hito del giga en el par de cobre.
¿Un logro imposible? Telefónica vendió su primer ADSL en 1999. Fue una de las operadoras pioneras y no pocos dudaron de su éxito. La velocidad era de 256 Kbps. Desde entonces, la capacidad se ha multiplicado por 117. Las ofertas actuales están en 30 megas. De ahí a 1.000 sólo hay que multiplicar por 33.
No será una guerra, sino una larga coexistencia
Los ingenieros de telecomunicaciones tienen pocas dudas. La fibra óptica es una tecnología magnífica, coinciden los consultados. Sobre todo si la línea de fibra no es compartida; un acceso dedicado de ese tipo haría las delicias de cualquiera.
Pero es que no se trata de eso. "Es una cuestión de física y matemáticas", explica uno de los ingenieros. Y de finanzas.
Mientras los investigadores sean capaces de explotar el par de cobre para que siga rindiendo, lo harán, porque siempre habrá operadoras que compren la tecnología.
Entre construir una red de fibra y adaptar los equipos en las centrales de una forma que no sólo permite saltar de tecnología, sino también ampliar la capacidad para dar cabida a más clientes, el director financiero de cualquier empresa tendrá pocas dudas.
Pero será una decisión prácticamente caso a caso. En las zonas muy pobladas, con fuerte demanda, será rentable tender fibra. En el resto, el par de cobre seguirá siendo la apuesta. En España, los pares son de mucha calidad, así que su supervivencia puede ser larga.
Incluso Cioffi tiene claras las bondades de la fibra. "Claramente, es la solución a largo plazo. Estará en todas partes, pero puede tardar 100 años", aseguró hace ya algún tiempo en un artículo.
Eso sí, las ayudas públicas pueden cambiar el escenario, como lo han hecho en la mayoría de los países que tienen la fibra más desarrollada. Pero eso ya no es una decisión de las operadoras.
Y está claro que Cioffi triunfó. Primero desde la Universidad de Stanford y luego desde su empresa privada, se convirtió en uno de los padres del ADSL. Más de 30 años después de su comentario ya nadie lo considera un inocente, sino un visionario. El ADSL y las tecnologías DSL en general -dedicadas a transmitir información digital sobre un par de cobre- se han convertido en la opción mayoritaria de conexión a banda ancha.
Cioffi volvió a la universidad tras vender su compañía por una suma millonaria y sin ninguna intención de bajar el ritmo. Ahora, cuando se alzan voces que anticipan la muerte del par de cobre y el nuevo reinado de la fibra óptica, trabaja en la tecnología DSM (Dynamic Spectrum Management), una evolución del DSL capaz de transmitir datos a un giga, el equivalente a 1.000 megas.
Eso implica competir con la fibra cara a cara, con las mismas prestaciones y una ventaja esencial: el precio. Frente al coste de crear nuevas redes que deben llegar hasta cientos de millones de hogares, Cioffi y otros proponen usar lo que ya está. Y eso, en un entorno de crisis, donde las operadoras no tienen claro el modelo de negocio que puede rentabilizar las inversiones multimillonarias en nuevas redes y con los clientes vigilando al milímetro el gasto, resulta muy tentador.
No se trata de un debate teórico. Cada día, las operadoras valoran una u otra opción. Telefónica pareció decantarse por la fibra, pero tras dos años de tira y afloja, su plan de extensión de la nueva red de banda ultraancha está en el congelador, con el argumento de que no existe demanda para ella.
En cambio, la española ha acelerado el despliegue del VDSL2, que no es otra cosa que una evolución del ADSL capaz de llevar la banda ancha más allá, en otra demostración del potencial de la línea de cobre.
Mientras que el ADSL permite velocidades medias de hasta ocho megas, el ADSL2+ llega a 14 y el VDSL2, de 25 a 30 megas. Todo depende de la cercanía del cliente a la central, la longitud del par de cobre, porque si es muy corto estas velocidades pueden incrementarse hasta 50 megas en el caso del VDSL2.
Telefónica ya ha lanzado ofertas de 25 megas con esta tecnología. Jazztel también ha apostado por ella, en su caso con una propuesta de 30 megas.
Pero el VDSL2 no es ni mucho menos el final del camino. Uno de los problemas de esta evolución es que el cliente tiene que estar relativamente cerca de la central, dentro de un perímetro de un kilómetro, para conseguir buenas prestaciones. A partir de ahí, la señal se degrada mucho más que con el ADSL2+, que llega con calidad a más de kilómetro y medio.
Una forma de remediarlo es usar otra adaptación, el bonding, que consiste en juntar dos pares de cobre. Con eso se consigue o duplicar la velocidad o hacer lo mismo con la distancia. Es decir, en teoría una persona que viva a un kilómetro de la central podría obtener 60 megas con VDSL2, mientras que los 30 megas podrían llegar a bucles que midan dos kilómetros. El bonding sirve para cualquier tecnología DSL, lo que lo convierte en una tecnología clave para llegar con ADSL, que se degrada menos que el VDSL2, a largas distancias. Así podrían cubrirse zonas rurales o casas aisladas.
Con esta adaptación, el VDSL2 podría dar incluso más de 100 megas a quien viviera muy cerca de la central. Y eso es posible hoy. En Estados Unidos está tecnología está muy avanzada y en España alguna compañía, como Jazztel, está valorando la conveniencia de introducirla. Pero tampoco es el último paso.
Alcatel ya ha anunciado que está probando nuevas adaptaciones que permiten dar 300 megas. Y Cioffi trabaja en la evolución del VDSL2, el DSM, capaz de eliminar las interferencias y usar más bandas de frecuencias y más altas, lo que llevaría al hito del giga en el par de cobre.
¿Un logro imposible? Telefónica vendió su primer ADSL en 1999. Fue una de las operadoras pioneras y no pocos dudaron de su éxito. La velocidad era de 256 Kbps. Desde entonces, la capacidad se ha multiplicado por 117. Las ofertas actuales están en 30 megas. De ahí a 1.000 sólo hay que multiplicar por 33.
No será una guerra, sino una larga coexistencia
Los ingenieros de telecomunicaciones tienen pocas dudas. La fibra óptica es una tecnología magnífica, coinciden los consultados. Sobre todo si la línea de fibra no es compartida; un acceso dedicado de ese tipo haría las delicias de cualquiera.
Pero es que no se trata de eso. "Es una cuestión de física y matemáticas", explica uno de los ingenieros. Y de finanzas.
Mientras los investigadores sean capaces de explotar el par de cobre para que siga rindiendo, lo harán, porque siempre habrá operadoras que compren la tecnología.
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