El caso es que, a tenor de lo que cuenta, cabe preguntarse si no serán los propios miembros de la industria los que perjudiquen al cine español en lugar de los internautas. Las sociedades pro derechos de autor se quejan de baja recaudación y culpan a las descargas P2P, una teoría que también defiende el Ministerio de Cultura con González-Sinde a la cabeza.
Para empezar, Soy un pelele se acaba de estrenar en Cataluña en una versión doblada al catalán, cuando se rodó en castellano. Sin embargo, se presenta como si fuera el idioma original. Migoya afirma que el productor Pere Doménech presumía de aprovecharse de las entidades con la cuestión del idioma y, así, recibir ayudas económicas de la Generalitat. Hasta 200.000 euros puede recibir una película del Institut Catalá de les Indústries Culturals por estar en catalán puro. Una de las circunstancias que, por lo visto, han tratado de exprimir los responsables de Soy un pelele.
Migoya firmó en 2003 un contrato con Iris Star, la productora con la que trabajaba entonces Doménech. Primero, le impusieron un rodaje de 15 días, lo que es poco menos que una misión imposible si se quiere un producto de calidad. Luego, despidieron a Migoya, hicieron firmar como protagonista al también cineasta español Nacho Vigalondo para, a continuación, informarle de que no había película. Readmitieron por último a Migoya para no perder la inversión. Tras 27 días se dio por concluida la película, pese a haber prometido un plazo de 30 días. En palabras del director, le extrañaría que el presupuesto excediera los 600.00o euros.
Sin embargo, un informe de Iris Star reflejaba que la duración del rodaje fue de ocho semanas y que costó 1,2 millones de euros. Una clara contradicción con lo que declara Migoya. En El Mundo.es se plantea si no se ha cometido un fraude para obtener subvenciones del Ministerio de Cultura de forma ilícita. Hay muchas trampas que se pueden realizar con ese propósito. Por ejemplo, tratar que todos los films sean óperas primas, que la propia productora adquiera entradas para llegar a la recaudación mínima de 35.000 euros establecida por el Gobierno O hacer un estreno barato en un pueblo dejado de la mano de Dios y cobrar los derechos de emisión de la televisión. Fue lo que propuso hacer Iris Star. Migoya se negó en redondo y formularon una nueva promesa, 20 copias repartidas por varias ciudades españolas.
Al final, Soy un pelele se ha estrenado sólo en siete cines en Valencia, Madrid y Cataluña. Al menos ha llegado a cartelera porque, de hecho, al principio en Iris Star dijeron que no interesaba a ningún distribuidor.
Lo que nos conduce a pensar si de verdad son los internautas los que contribuyen a que el cine español pierda espectadores. ¿Por qué la SGAE y las sociedades de autor no culpan a quienes se aprovechan del erario público para cobrar ayudas y luego ni siquiera tienen interés en difundir su producto? Por si fuese poco, los ciudadanos no sólo contribuyen con impuestos directos, sino que se ven abocados a pagar el famoso canon digital.
Incomprensible se mire por donde se mire. O peor aún, demasiado comprensible si se sospecha lo peor.
Reproducido de Tuexperto
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González-Sinde: De vivir de las subvenciones a concederlas ella misma
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Migoya firmó en 2003 un contrato con Iris Star, la productora con la que trabajaba entonces Doménech. Primero, le impusieron un rodaje de 15 días, lo que es poco menos que una misión imposible si se quiere un producto de calidad. Luego, despidieron a Migoya, hicieron firmar como protagonista al también cineasta español Nacho Vigalondo para, a continuación, informarle de que no había película. Readmitieron por último a Migoya para no perder la inversión. Tras 27 días se dio por concluida la película, pese a haber prometido un plazo de 30 días. En palabras del director, le extrañaría que el presupuesto excediera los 600.00o euros.
Sin embargo, un informe de Iris Star reflejaba que la duración del rodaje fue de ocho semanas y que costó 1,2 millones de euros. Una clara contradicción con lo que declara Migoya. En El Mundo.es se plantea si no se ha cometido un fraude para obtener subvenciones del Ministerio de Cultura de forma ilícita. Hay muchas trampas que se pueden realizar con ese propósito. Por ejemplo, tratar que todos los films sean óperas primas, que la propia productora adquiera entradas para llegar a la recaudación mínima de 35.000 euros establecida por el Gobierno O hacer un estreno barato en un pueblo dejado de la mano de Dios y cobrar los derechos de emisión de la televisión. Fue lo que propuso hacer Iris Star. Migoya se negó en redondo y formularon una nueva promesa, 20 copias repartidas por varias ciudades españolas.
Al final, Soy un pelele se ha estrenado sólo en siete cines en Valencia, Madrid y Cataluña. Al menos ha llegado a cartelera porque, de hecho, al principio en Iris Star dijeron que no interesaba a ningún distribuidor.
Lo que nos conduce a pensar si de verdad son los internautas los que contribuyen a que el cine español pierda espectadores. ¿Por qué la SGAE y las sociedades de autor no culpan a quienes se aprovechan del erario público para cobrar ayudas y luego ni siquiera tienen interés en difundir su producto? Por si fuese poco, los ciudadanos no sólo contribuyen con impuestos directos, sino que se ven abocados a pagar el famoso canon digital.
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