Normalmente la manera en que se supone que se defiende a los autores es cobrando un canon a los usuarios por acceder a su obra: el canon digital, por fotocopias, por descargas de la red... ahora incluso se plantea cobrar una cantidad por préstamo de libro en las bibliotecas públicas. Como escritora tengo una opinión muy definida en este sentido aunque me temo que sea políticamente incorrectísima.
Lo primero es que no es cierto que se defiendan los derechos del autor, sino de las empresas. Soy escritora con seis libros publicados. Dos de ellos están en la segunda edición, uno va a sacar la tercera, obviamente no soy una superventas pero tengo mi público. Si alguien piensa que los autores ganamos dinero con los libros que escribimos está muy equivocado. Ganan dinero una mínima parte, los menos, esos que ponen sus libros en las listas de los más vendidos que, por otra parte, son listas hechas a dedo por las editoriales poderosas; una pura cuestión de marketing en donde lo mismo entra una magnífica novela que un engendro. Lo que un autor o autora gana con un libro es variable pero ya se están haciendo contratos en los que no hay ningún porcentaje por derechos de autor, es decir, la editorial publica tu libro, pero el autor no gana nada, se venda lo que se venda. Lo normal son los contratos que oscilan entre un 5% y un 10% de cada libro vendido.
Con esto de los libros, de los discos, de la creación en general, el capitalismo hace lo mismo que con cualquier otro producto. Se quejan los productores de leche, los dueños de las vacas, los agricultores, los pescadores... resulta que el que tiene la vaca y saca la leche no tiene dinero ni para mantener la vaca, mientras que la empresa que la comercializa es un emporio multimillonario. En el capitalismo el producto es lo de menos, los intermediarios que convierten el producto, el que sea, en algo vendible y lo venden, son quienes se hacen ricos; los que trabajan ganan muy poco, en el caso de los escritores, de las escritoras, a veces nada. ¿Les suena?
Las editoriales, las empresas, explotan a los autores/as no sólo en el ridículo porcentaje que nos pagan por nuestro trabajo, sino que, además, en muchas ocasiones nos engañan. No quiero decir que nos engañen todas las editoriales y supongo que esa será una experiencia que resulte ajena a los y las grandes autores. De mis editoriales (publico con varias y no todas son iguales, hay una que mi porcentaje ni siquiera me lo paga. ¿Por qué? Porque no le da la gana, así de simple, me da a firmar el recibo, si, pero el dinero no llega nunca. ¿Voy yo a iniciar un pleito por unos pocos cientos de euros? Naturalmente que no, así que para que me va a pagar ese dinero que es poco, pero que es mío. Otras jamás te certifican de cuánto es la tirada que sacan; casi ninguna te certifica la cantidad vendida, de manera que tienes que fiarte de lo que te dicen; tampoco te avisan cuando sacan una segunda o tercera edición a pesar de que es algo que figura en el contrato... Si el gobierno quiere proteger a los autores a las autoras, a los creadores, que saque una ley que nos proteja de verdad, pero no de quienes quieren leernos, sino de las empresas, de las reglas injustas y explotadoras del mercado.
Claro que la excusa para justificar este trato es que se nos dice que sacar un libro al mercado es carísimo y que si las empresas no ganaran dinero no se publicarían libros. Tampoco me creo ese cuento y, de nuevo, esto tiene más que ver con el injusto funcionamiento del sistema. En primer lugar las empresas de libros son como cualquier otra empresa en el capitalismo. No son entes que puedan conformarse con ganar dinero, con poder hacer su cometido, no es que quieran ganar dinero publicando libros o para poder publicarlos, sino que necesitan ganar mucho dinero; en cuanto no ganan mucho, abandonan el negocio y se van a otro negocio más lucrativo; da igual de qué. Esa imperiosa necesidad que tienen de ganar siempre muchísimo dinero justifica que se engañe, que se explote a los autores, que se manipule a los lectores/as, que se publique cualquier porquería y se la haga pasar por buena literatura; que se dedique mucho más dinero a hacer vendible lo invendible que a compensar a los autores por su trabajo.
En segundo lugar, el problema es que el arte, la creación o el conocimiento no deberían ser un producto más del mercado. No pasaría nada porque se publicaran menos libros. La inmensa mayoría de lo que se publica no tiene nada que ver con la literatura ni con la creación artística, ni con el conocimiento. La literatura como arte está desaparecida debajo de una pila de títulos que no tienen nada que ver con la creación literaria. La hojarasca no deja ver el bosque. Y por cierto que yo no tengo nada en contra de llenar parte del ocio a base de best sellers, por ejemplo, soy una buena consumidora de ellos, pero eso es otra cosa.
Quizá si las grandes editoriales se fueran con el negocio a otra parte, pequeñas editoriales interesadas de verdad en la literatura podrían mantenerse; los lectores podríamos encontrar literatura de verdad que ahora está semiescondida y los y las autoras podrían ser juzgados por su calidad literaria y no según las leyes del mercado y unas listas de venta que tienen que ver mucho con el márketing y nada con la literatura. Las personas que crean, los artistas, autoras, músicos, poetas, pintores... no han necesitado nunca vivir del arte, ni ganar dinero para escribir, pintar, componer...No pasa nada por vivir de otro trabajo, siempre se ha hecho. Si consigues vivir de la literatura está bien, ojala yo pudiera, pero para quien escribir es una necesidad, vivir de ello o no es una cuestión secundaria.
Lo que quiero decir es que lo que queremos es que nos lean, no tanto que nos compren. Que me compren o que me lean apenas supone diferencia económica para mí y desde luego escribo para que me lean, no para ganar dinero. Yo no quiero que ningún organismo me proteja de quien quiera leerme. Por eso estoy en contra de cualquier canon o precio que sólo protege a las empresas y que dificulta que las personas interesadas accedan a lo que escribo. Por mí que me descarguen, me fotocopien, que se pase todo el mundo lo que escribo de mano en mano, qué más puede desear una escritora que ser leída. Si gano dinero con ello o no, es otra cosa. Claro que me gustaría, como a cualquiera, pero mientras las megaempresas sean las que deciden lo que se lee, lo que se escucha, lo que se ve entonces poco de eso tendrá que ver con la literatura, con la música o con la creación artística.
Beatriz Gimeno es escritora y ex presidenta de la Federación Estatal de Lesbianas, Gays, Transexuales y Bisexuales - Reproducido de El Plural.com
Lo primero es que no es cierto que se defiendan los derechos del autor, sino de las empresas. Soy escritora con seis libros publicados. Dos de ellos están en la segunda edición, uno va a sacar la tercera, obviamente no soy una superventas pero tengo mi público. Si alguien piensa que los autores ganamos dinero con los libros que escribimos está muy equivocado. Ganan dinero una mínima parte, los menos, esos que ponen sus libros en las listas de los más vendidos que, por otra parte, son listas hechas a dedo por las editoriales poderosas; una pura cuestión de marketing en donde lo mismo entra una magnífica novela que un engendro. Lo que un autor o autora gana con un libro es variable pero ya se están haciendo contratos en los que no hay ningún porcentaje por derechos de autor, es decir, la editorial publica tu libro, pero el autor no gana nada, se venda lo que se venda. Lo normal son los contratos que oscilan entre un 5% y un 10% de cada libro vendido.
Con esto de los libros, de los discos, de la creación en general, el capitalismo hace lo mismo que con cualquier otro producto. Se quejan los productores de leche, los dueños de las vacas, los agricultores, los pescadores... resulta que el que tiene la vaca y saca la leche no tiene dinero ni para mantener la vaca, mientras que la empresa que la comercializa es un emporio multimillonario. En el capitalismo el producto es lo de menos, los intermediarios que convierten el producto, el que sea, en algo vendible y lo venden, son quienes se hacen ricos; los que trabajan ganan muy poco, en el caso de los escritores, de las escritoras, a veces nada. ¿Les suena?
Las editoriales, las empresas, explotan a los autores/as no sólo en el ridículo porcentaje que nos pagan por nuestro trabajo, sino que, además, en muchas ocasiones nos engañan. No quiero decir que nos engañen todas las editoriales y supongo que esa será una experiencia que resulte ajena a los y las grandes autores. De mis editoriales (publico con varias y no todas son iguales, hay una que mi porcentaje ni siquiera me lo paga. ¿Por qué? Porque no le da la gana, así de simple, me da a firmar el recibo, si, pero el dinero no llega nunca. ¿Voy yo a iniciar un pleito por unos pocos cientos de euros? Naturalmente que no, así que para que me va a pagar ese dinero que es poco, pero que es mío. Otras jamás te certifican de cuánto es la tirada que sacan; casi ninguna te certifica la cantidad vendida, de manera que tienes que fiarte de lo que te dicen; tampoco te avisan cuando sacan una segunda o tercera edición a pesar de que es algo que figura en el contrato... Si el gobierno quiere proteger a los autores a las autoras, a los creadores, que saque una ley que nos proteja de verdad, pero no de quienes quieren leernos, sino de las empresas, de las reglas injustas y explotadoras del mercado.
Claro que la excusa para justificar este trato es que se nos dice que sacar un libro al mercado es carísimo y que si las empresas no ganaran dinero no se publicarían libros. Tampoco me creo ese cuento y, de nuevo, esto tiene más que ver con el injusto funcionamiento del sistema. En primer lugar las empresas de libros son como cualquier otra empresa en el capitalismo. No son entes que puedan conformarse con ganar dinero, con poder hacer su cometido, no es que quieran ganar dinero publicando libros o para poder publicarlos, sino que necesitan ganar mucho dinero; en cuanto no ganan mucho, abandonan el negocio y se van a otro negocio más lucrativo; da igual de qué. Esa imperiosa necesidad que tienen de ganar siempre muchísimo dinero justifica que se engañe, que se explote a los autores, que se manipule a los lectores/as, que se publique cualquier porquería y se la haga pasar por buena literatura; que se dedique mucho más dinero a hacer vendible lo invendible que a compensar a los autores por su trabajo.
En segundo lugar, el problema es que el arte, la creación o el conocimiento no deberían ser un producto más del mercado. No pasaría nada porque se publicaran menos libros. La inmensa mayoría de lo que se publica no tiene nada que ver con la literatura ni con la creación artística, ni con el conocimiento. La literatura como arte está desaparecida debajo de una pila de títulos que no tienen nada que ver con la creación literaria. La hojarasca no deja ver el bosque. Y por cierto que yo no tengo nada en contra de llenar parte del ocio a base de best sellers, por ejemplo, soy una buena consumidora de ellos, pero eso es otra cosa.
Quizá si las grandes editoriales se fueran con el negocio a otra parte, pequeñas editoriales interesadas de verdad en la literatura podrían mantenerse; los lectores podríamos encontrar literatura de verdad que ahora está semiescondida y los y las autoras podrían ser juzgados por su calidad literaria y no según las leyes del mercado y unas listas de venta que tienen que ver mucho con el márketing y nada con la literatura. Las personas que crean, los artistas, autoras, músicos, poetas, pintores... no han necesitado nunca vivir del arte, ni ganar dinero para escribir, pintar, componer...No pasa nada por vivir de otro trabajo, siempre se ha hecho. Si consigues vivir de la literatura está bien, ojala yo pudiera, pero para quien escribir es una necesidad, vivir de ello o no es una cuestión secundaria.
Lo que quiero decir es que lo que queremos es que nos lean, no tanto que nos compren. Que me compren o que me lean apenas supone diferencia económica para mí y desde luego escribo para que me lean, no para ganar dinero. Yo no quiero que ningún organismo me proteja de quien quiera leerme. Por eso estoy en contra de cualquier canon o precio que sólo protege a las empresas y que dificulta que las personas interesadas accedan a lo que escribo. Por mí que me descarguen, me fotocopien, que se pase todo el mundo lo que escribo de mano en mano, qué más puede desear una escritora que ser leída. Si gano dinero con ello o no, es otra cosa. Claro que me gustaría, como a cualquiera, pero mientras las megaempresas sean las que deciden lo que se lee, lo que se escucha, lo que se ve entonces poco de eso tendrá que ver con la literatura, con la música o con la creación artística.
Beatriz Gimeno es escritora y ex presidenta de la Federación Estatal de Lesbianas, Gays, Transexuales y Bisexuales - Reproducido de El Plural.com